Yael Crupnicoff: “El activismo es una herramienta con mucho potencial para hacer cosas increíbles”

Por Equipo Santander Post | 10-03-2022 | 12 min de lectura

Desde muy chica, su sensibilidad hacia las problemáticas sociales la llevó a alzar la voz, incluso, cuando otros preferían callar. Cómo piensa la joven activista argentina elegida por UNICEF para representar a los adolescentes del mundo.

El mensaje de Yael Crupnicoff trasciende fronteras. Su voz comenzó a alzarse desde muy pequeña en las aulas de la escuela. Y a medida que fue creciendo, fue tomando forma y fuerza. Su lema es simple: los cambios grandes en el mundo provienen de acciones pequeñas. Así vive, piensa y predica.

Por eso, entre otras cosas, trabaja para que los adolescentes generen proyectos de impacto social en sus comunidades locales. E invita a que los jóvenes no callen. A que alcen la voz ante las injusticias y desigualdades. Que sean activistas en un mundo que requiere de los más chicos para transformarse en un lugar mejor.

Con tan sólo diecisiete años, fue elegida por UNICEF para ser parte de “La lección más grande del mundo”, un evento educativo que reunió a expertos y jóvenes de todo el planeta. Por un rato, Yael fue la voz de los adolescentes del mundo en un espacio donde se reflexionó sobre salud, educación y activismo en el mundo post pandemia.

En un mano a mano con POST, Yael Crupnicoff cuenta su historia, qué piensa del activismo, el rol que ocupan los jóvenes y las luchas más importantes que tienen los más chicos de cara al futuro.

¿Qué te llevó al activismo siendo tan chica?

No fue algo que siempre haya estado en mi radar. De chica era bastante tímida de hecho, pero siempre fui una persona muy sensible hacia las problemáticas sociales. Me hacían enojar mucho las injusticias y tenía sentimientos y opiniones muy fuertes sobre temas como el feminismo o el cuidado del ambiente. El tema es cómo pasé de pelearme con mi papá en la mesa o gritarles a mis compañeros de curso cuando tiraban algo al piso a hacer algo a mayor escala, más organización y objetivos concretos. Ahí me ayudaron muchísimo actividades como debate, modelo de ONU o Clubes TED-Ed, que me enseñaron un montón sobre oratoria, investigar y planificar. Creo que esos ámbitos me hicieron sentir más capaz de hacer cosas grandes.  

¿Cuándo se te despertaron esas ansias de trabajar por las voces de los más jóvenes?

A medida que fui creciendo y metiéndome en espacios más adulto-céntricos me di cuenta de que elevar las voces de los jóvenes era gran parte del trabajo que había que hacer, porque ésas eran las voces que más faltaban. Me tocó muchas veces ser la única voz joven rodeada de adultos, ser halagada por mis ideas y mi claridad, y sentirme muy honrada pero a la vez pensar que, claramente, no soy la única. Es muy común, hoy en día, que algunos proyectos incluyan a algún activista joven por tokenismo, “para la foto”, y que en la práctica esa inclusión no se vea muy reflejada. Siendo alguien que muchas veces tiene el privilegio de acceder a estos espacios, me parece importante abrir la puerta para no ser la única ni la última y que se sumen otras voces, cuanto más diversas mejor. 

En este sentido, ¿qué es el activismo para vos? ¿Cómo cambió tu concepción sobre ella con el correr de los años?

El activismo puede ser muchas cosas, desde marchar hasta armar proyectos hasta crear y difundir contenido. Creo que parte de mi crecimiento como activista fue entender que muchas veces el trabajo más importante no es necesariamente el más performativo, el que más se ve, el que parece más grande. Muchas veces el poder está en acciones chiquitas pero con un impacto concreto, sobre todo cuando sos adolescente y quizás no tenés recursos o formación para salvar el mundo vos solito. También cambió mucho mi parecer en el último tiempo sobre el activismo en redes sociales. Sigo pensando que es una herramienta con mucho potencial para hacer cosas increíbles, pero de nuevo, me preocupa un poco el aspecto performativo que suele tener, o como a veces pensamos que difundir un posteo informativo sobre un tema nos exime de cualquier otro tipo de acción solidaria.

¿Creés que no se hace un buen uso de las redes sociales?

Veo en mi generación una tendencia a postear compulsivamente sobre cada injusticia que aparece en nuestros feeds, muchas veces sin siquiera informarnos primero al respecto, como si hubiera una carrera para ver quién es el más activista. Como si no postear sobre alguna injusticia significara apoyarla. Y eso no solo fomenta la desinformación en muchos casos, sino que además le quita foco a lo que realmente ayuda a disminuir la injusticia en el mundo, que va mucho más allá de un posteo en Instagram.

En una charla TED dijiste que para vos los vínculos tienen una “dimensión política”. ¿Qué querés decir con eso?

Creo que la política es nuestro sentido de la ética llevado a la práctica. Que las opiniones políticas de las personas dicen mucho sobre quiénes son, cómo piensan en el otro y en lo que se merece. Si una persona apoya un proyecto político que es excluyente o violento hacia un grupo determinado de personas, que prioriza la ganancia económica por sobre el cuidado del ambiente y de los seres humanos, que no condena la corrupción o la deshonestidad, que no contempla la posibilidad de ayudar, desde una posición de poder, a quienes más lo necesitan, eso no existe en el vacío. Eso dice un montón sobre los valores que tiene esa persona y sobre cómo encara sus relaciones en la vida cotidiana. 

¿Qué rol ocupan los jóvenes en la transformación cultural que está viviendo el mundo?

Somos una generación que está al frente de diversas luchas, y que por suerte está naturalizando muchas formas de ser y vivir que hasta hoy en día eran tabú para la mayoría de las personas. Creo que en cuanto al feminismo y los derechos LGBTQ, nuestro rol tiene que ver un poco con esa normalización, o mejor dicho con la destrucción de la idea de lo normal. Con vivir y dejar vivir libremente, sin juzgar, entendiendo que quizás no hace falta entender todas las identidades y maneras de amar que existen, pero sí respetarlas. En relación a lo ambiental, obviamente tenemos un rol clave porque somos la generación que va a asumir las consecuencias de las decisiones que se están tomando hoy, y eso hace que nuestro reclamo sea muy urgente y profundo. 

¿Cuáles crees que son las luchas sociales y culturales que los jóvenes argentinos han ganado en los últimos años?

Me parece sumamente destacable la legalización del aborto como proyecto que, a pesar de que no fue impulsado exclusivamente por jóvenes, sí cambió por completo la dinámica del activismo joven. Pertenezco a una generación de mujeres que quedó marcada por esa experiencia para siempre porque fue la primera vez que escuchamos la palabra feminismo. Fueron nuestras primeras marchas, nuestras primeras experiencias de organización colectiva. Bancar ese proyecto a pesar de todos los obstáculos y llegar finalmente al resultado final es una victoria que para nosotras significó mucho porque nos alertó sobre la existencia de un poder que muchas no sabíamos que teníamos.

Otra victoria importante tiene que ver con haber puesto la crisis climática sobre la mesa en tan poco tiempo y de manera tan contundente. Argentina fue el primer país de América Latina en declarar la emergencia climática gracias a un proyecto redactado y empujado por la juventud. Pasó de ser un tema que hace dos o tres años estaba fuera de la consciencia de la mayoría de las personas a ser un punto infaltable en la agenda de cualquier movimiento político. 

¿Qué es lo que más te sensibiliza en la lucha contra la crisis climática?

Siempre fui muy sensible hacia el ambiente. Me preocupaba la pérdida de biodiversidad desde muy chica, pero creo que lo que me hizo volcar finalmente hacia el activismo fue entender que la crisis climática es un asunto de derechos humanos. Varias veces hubo en nuestro planeta eventos de extinción masiva y cambios grandes de temperatura, pero lo que tiene de particular esta instancia es que fue causada por las acciones de unas pocas empresas y una minoría de individuos muy ricos que probablemente no sufran demasiado las consecuencias. Mientras tanto, muchísimas personas que ya de por sí tienen una calidad de vida desastrosa van a sufrir un montón, se van a morir o van a ser desplazados por eventos que son totalmente evitables. Ese panorama da bronca, y es lo que a mí más me incita a la acción. Por eso, es también la forma en la que comunico al respecto: la crisis climática amplifica todas las desigualdades ya existentes. Si te importa cualquier tipo de problemática social (el feminismo, el racismo, la pobreza) te tiene que importar esto.

¿Qué luchas creés que quedan aún pendientes en Argentina?

Creo que la mayoría de las personas en este país se sienten muy poco representadas por las instituciones políticas, sobre todo en mi generación. Una lucha que me interesa dar es la que aboga por una democracia más participativa, con voces más diversas, en donde no sintamos casi siempre que estamos yendo a votar lo menos peor. Eso empieza haciendo lugar para que se sumen nuevas voces además de los espacios políticos tradicionales; gente con otra formación, otros modelos de liderazgo. Personas que hagan sentir a la mayoría de los ciudadanos que sus ideas y valores están siendo representados.

¿Cómo se puede incentivar a las personas jóvenes para que se comprometan al activismo social?

Empezar por lo que tenemos enfrente es clave. Armar proyectos solidarios en nuestras propias comunidades, reunirnos para intentar cambiar lo que no nos parece justo de nuestras escuelas o clubes y mejorar la sustentabilidad en nuestros propios barrios. Generar oportunidades para que los jóvenes aprendan a organizarse y hacerlos participantes activos del proceso. Preguntarles qué les preocupa, qué les hace enojar, qué les gustaría que funcione distinto. Bajarlo a tierra. Y arrancar por ahí. 

¿Te gustaría compartir algún proyecto en el que estés trabajando actualmente?

Uno de los proyectos más hermosos en los que estoy trabajando tiene como objetivo capacitar a adolescentes para que lleven a cabo proyectos que promuevan la sustentabilidad en sus comunidades. Les enseñamos a planificar un proyecto en equipo, plantear una prueba piloto y llevarla a cabo. Creo firmemente que es por ahí la cosa: acciones concretas que los hagan sentir que tienen agencia. Herramientas que les permitan bajar un problema a tierra y hacer algo, quizás no para solucionarlo completamente, pero sí para mejorar un poco las cosas en donde ellos están. 

¿Por qué creés que a veces a un sector de la sociedad le resulta incómodo que los jóvenes se organicen y luchen por causas en las que creen?

Muchas veces me han dicho que los jóvenes no sabemos bien de qué estamos hablando y que tenemos que ir a estudiar antes de ser activistas. Creo que parte de la incomodidad radica ahí, en la idea de que no sabemos lo que estamos haciendo. Y creo que la mejor manera de refutar ese punto es seguir hablando, con altura, con información concreta en nuestras manos, pero también conservando nuestro propio lenguaje y nuestros canales para expresarnos, que son lo que nos identifica como generación. 

Según tu experiencia, ¿qué es lo que hace que una persona calle y no luche?

La condescendencia de los adultos claramente puede ser un factor. Por eso es tan importante tener familiares, profesores y referentes que nos escuchen y animen, que disfruten visiblemente de conocer nuestras ideas. También es importante sentir que algo sucede cuando hablamos, que ese esfuerzo y esa vulnerabilidad a la que nos sometemos no concluyen en nada. Que si denunciamos una injusticia las cosas no siguen iguales. Y obviamente siempre es difícil ser el primero en hablar. Estar solo en un entorno en donde callar es la norma no invita a alzar la voz. Cuando estábamos en primer año, yo era la única loca entre mis amigas que relacionaba todo con el feminismo y nadie entendía nada. Dos o tres años después ya éramos muchas, y era mucho más fácil.

Varias veces has dicho que en vez de callar vos preferís hablar. ¿Qué le dirías a esas personas que aún no se animan a hablar?

Busquen entornos dentro de sus escuelas o comunidades en donde puedan practicar, y practiquen mucho. Ahí van a encontrar un espacio seguro y a los mejores compañeros, gente que probablemente comparte sus preocupaciones. Arranquen de a poco, con cosas chiquitas. No sé si algún día dejás de estar asustado, pero con el tiempo el miedo pasa a ser un ruido de fondo que casi ni escuchás por encima de las ganas. 

Aún no hay comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más historias
¡No te pierdas nada! Suscribite a nuestro Newsletter