Hace algunos meses, artistas agrupados denunciaron a las plataformas Midjourney y Stability AI (herramientas de inteligencia artificial que generan imágenes) por infringir, en su proceso de producción, las normativas de los derechos de autor. ¿Cuál es el límite de lo ético y lo legal?
La aparición de ChatGPT a finales de 2022 ha dado (y sigue dando) mucho de qué hablar. El chatbot que revolucionó el mundo marcó un claro precedente de lo que se avecina en un futuro cercano – o medio, a más tardar – en cuestiones de inteligencia artificial y de la forma en la que podría facilitar la vida de la gente en lo personal y en lo laboral.
Pero el bot de OpenAI no es lo único que ha sorprendido a la población últimamente: si bien los generadores de texto han sido los más trascendentales – quizás por ser aquellos que presentan más versiones y más variedad -, se ha logrado generar todo tipo de contenido a partir de robots de inteligencia artificial: videos, audios (incluso imitando las voces de famosos artistas), código web, y, por supuesto, imágenes.
El laboratorio OpenAI presentó su propio sistema generador de imágenes, denominado Dall-E 2. El mismo cuenta con la capacidad de crear, a partir de instrucciones que pueden ser más o menos detalladas, imágenes realistas o fantasiosas de cualquier escenario que se imagine.
Sin embargo, existen herramientas que han ido más allá y han logrado ser “partícipes” de varios procesos creativos de artistas de renombre. Tanto Stability AI (o Stable Diffusion, un modelo de aprendizaje de código abierto) y Midjourney, otro bot programado para generar imágenes a través de la plataforma Discord han sido algunos de los asistentes más destacados, y también los que se han visto envueltos en un número mayor de polémicas.
En enero de 2023, un conjunto de diseñadores y artistas agrupados presentaron una denuncia conjunta frente a estas dos plataformas (y a sus empresas desarrolladoras) al señalar que la forma en la que las herramientas generan su contenido “infringe las normativas de derechos de autor”.
El fundamento de quienes denunciaron radica en que este tipo de inteligencias artificiales fueron entrenadas utilizando obras de diversos artistas que se encuentran disponibles en internet sin consentimiento, por lo que el tipo de “arte realista” que las mismas generan en verdad extrae elementos “inspirados” en obras ya existentes.
Las claves de la demanda a Midjourney y Stability AI
No es novedad que la llegada de las inteligencias artificiales ha traído consigo también una larga lista de problemas éticos y legales que aún están pendientes de resolución. Dentro de estos cuestionamientos se encuentra la violación de normativas de copyright que aún no han recibido la legislación correspondiente para proteger al arte y a los artistas.
En un sitio fundado por el abogado especialista en tecnología artificial Matthew Butterick se han puesto en evidencia las razones por las que se ha llegado a tomar esta medida. Algunos puntos interesantes para comprender las mismas incluyen:
- Las plataformas habrían utilizado millones (o billones) de imágenes de miles de artistas sin ningún tipo de autorización, violando la reglamentación de derechos de autor.
- El valor legal aproximado de este intercambio no legislado rondaría los 5 billones de dólares, una cifra astronómica.
- Es posible que las imágenes generadas no se parezcan a las originales. Sin embargo, el mero uso de las mismas para generar nuevas formas de arte es considerado una infracción.
¿Es necesaria una actualización de las leyes de copyright para proteger a los artistas?
En diálogo con POST, Juan Corvalán, abogado y Director del Laboratorio de Innovación e Inteligencia Artificial de la UBA, se refiere a la dualidad que supone el uso de estas herramientas para los artistas digitales, en tanto no haya cambios en la regulación vigente. “Yo creo que la mayoría de los artistas pueden encontrar en la IA una suerte de ‘aliado’, ya que la nueva forma del trabajo humano podría considerarse una suerte de coworking con la IA.”
El experto señala que este es considerado el “paradigma de trabajo de la década” y que el mismo se irá acrecentando cada vez más en los años que vienen. “De la misma forma que nosotros trabajábamos con computadoras y las considerábamos ‘compañeras de trabajo’, hoy en día ese lugar fue ocupado por la IA e incluso mejor, ya que esta simula inteligencia humana (aunque solo se trate de licuadoras algorítmicas que tratan de imitar la misma)”, añade.
Corvalán hace hincapié en la importancia de las modificaciones legislativas a medida que las sociedades van cambiando e incorporando nuevas herramientas generadas a partir de la tecnología. “Me parece que hay que gestionar los riesgos vinculados a los derechos de propiedad intelectual de la misma forma que se gestionaron cuando nació Spotify. Hace muchos años uno compraba un CD o un casete y las canciones no se vendían individualmente, por lo que el artista participaba de las ganancias de determinadas maneras. A partir de esto nacieron las copias ‘pirata’, que obligaron al sistema a repensar la forma de cuidar a quienes generaban el contenido. Al aparecer plataformas como Spotify (que tiene una versión gratuita), fue posible monetizar canción por canción”, explica.
Llevándolo a la actualidad, el experto ejemplifica con los casos de voces generadas a través de inteligencia artificial. “Gracias a la IA fue posible clonar la voz de Whitney Houston y sumarla a nuevas canciones. Será momento entonces de repensar de qué manera se le podrán seguir otorgando regalías a Whitney (o sus herederos) por el uso de su voz.”
“Me parece, concluye Corvalán, que las normas de copyright se tienen que actualizar a partir de la irrupción de los datos sintéticos y los datos simulados (creaciones que van más allá de los datos con los que aprendieron los sistemas). Hay dos fenómenos subyacentes: si bien hay que actualizar el sistema y hay falencias en las regulaciones legales, lo cierto también es que hay muchas soluciones que se pueden aplicar por analogía”.
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